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Música y sociedad
Por Eduard Tejada*
“Cada persona es el reflejo de la música que escucha”
John Lennon
Parafraseando a Lennon, me atrevo a afirmar que cada sociedad es el reflejo de la música que escucha, y a la inversa: la música refleja la realidad de cada sociedad.
Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha declarado al Merengue “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, lo cual nos llena de orgullo como dominicanos.
La entidad afirma que nuestro Merengue «desempeña un papel activo en numerosos ámbitos de la vida diaria de la población: la educación, las reuniones sociales y amistosas, los acontecimientos festivos e incluso las campañas políticas».
Lo dicho por el comité de la UNESCO tiene sus matices. El merengue ya no está tan presente en la vida diaria de los dominicanos y sobretodo en la de los más jóvenes. Estos últimos escuchan más los llamados “ritmos urbanos” que, a mi juicio, reflejan mejor la realidad en que viven.
Muchos de esos jóvenes pertenecen al grupo de los ‘nini’ que equivale al acrónimo en inglés NEET, para la expresión not in employment, education or training, o sea, ni trabaja ni estudia ni recibe formación.
El Reguetón y el Dembow hablan en sus letras de la realidad del tráfico de drogas como modus vivendi alternativo para una juventud a la que no se le ofrecen opciones. Los exponentes del género urbano no han hecho más que aprovechar una situación de mercado .
Estos jóvenes consumen este “producto musical” porque en su realidad social se valora la riqueza que se consigue de manera rápida y sin mucho esfuerzo. En el fondo de lo que se trata es de los valores (o antivalores) que se promueven en la sociedad.
Si un joven ve que el que tiene “éxito” es el político corrupto o el narcotraficante del barrio y este joven no tiene un empleo, escuchar música urbana es una especie de catarsis, una válvula de escape para sus frustraciones.
Este estado de cosas no va a cambiar, a menos que desde el Estado y el sector privado se trabaje para brindar a los jóvenes oportunidades de estudio y de trabajo que vayan transformando su realidad.
Bueno… perdónenme, mis queridos lectores, por ponerme tan analítico en esta semana, ya cuando los aires navideños nos traen los inolvidables merengues del Conjunto Quisqueya.
Sin olvidarnos de la realidad, merecemos celebrar este merecido reconocimiento.
¡Hasta la semana que viene!
*El autor es abogado, escritor y editor (epapelmache@gmail.com).