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OPINIÓN

El espectáculo del dolor y la verdad secuestrada

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Por Evelin Peguero

En tiempos de tragedia, cuando el dolor debería bastar para detenernos, el circo mediático no se detuvo, ganaron los likes. La reciente tragedia que conmociona y enluta a República Dominicana, así como a la comunidad internacional —la tragedia del Jet Set, 231 víctimas— se convirtió, en cuestión de minutos, en contenido de consumo masivo. Las redes sociales ardieron, los medios corrieron, y con ellos, la verdad tropezó.

La desinformación llegó primero, como casi siempre. Audios falsos, videos, “testigos” y héroes anónimos. Todo tenía cabida en un ecosistema que ya no exige fuentes, sino clics. La tragedia fue real, pero la narrativa que se tejió en torno a ella fue una mezcla de ficción, amarillismo e irresponsabilidad.

Lo más penoso no es que haya quien invente. Lo más triste es que hay quien comparte, comenta y viraliza sin pensar. Una vez más, la audiencia ya no solo consume información: la multiplica. Y cuando el rigor brilla por su ausencia, la verdad se ahoga en el ruido.

Mientras tanto, algunos medios —no todos— eligieron el morbo sobre la prudencia. ¿Qué importó si la familia aún no fue notificada, si el titular puede generar tráfico? ¿Qué valor tiene la dignidad de los implicados si la nota “está caliente”? En nombre de la inmediatez, se atropelló la ética y la veracidad. Gente irresponsable llegó al lugar de los hechos y desinformó. Y no, no es solo “hacer el trabajo”. Eso no es periodismo, porque el periodismo respeta el dolor, la dignidad y es humano; lo demás es amarillismo y morbo.

En contraposición, también vimos ejemplos de cobertura respetuosa. Medios y periodistas que verificaron antes de publicar, colegas que optaron por el silencio responsable en lugar de comentarios vacíos. A ellos, desde un oficio que amo, gracias. Porque en medio del caos, la veracidad fue un acto de resistencia.

Nos toca hacernos preguntas incómodas: ¿Qué estamos consumiendo? ¿A quién le estamos dando voz? ¿Somos parte de la solución o del problema? La tragedia duele, sí. Pero duele más ver cómo la verdad es pisoteada en nombre del show.

Es responsabilidad de todos y cada uno velar, desde nuestros espacios, para que las cosas se hagan bien, no para nosotros, sino para Dios.

La información es poder. Mal usada, es un arma. Y en contextos como este, esa arma apunta directo al corazón de lo humano.

Con estas letras, llamo a la reflexión: ¿hacia dónde nos estamos dirigiendo? La mentira y la desinformación deshumanizan, ojo con esto.

Ayer fue la tragedia de San Cristóbal —aún falta verdad y justicia—; el pasado martes 8 de abril fue la del Jet Set; mañana será el nombre de otra. Sin embargo, las tragedias no deberían ser solo momentos de morbo o de entretenimiento fugaz. Son oportunidades de reflexión.

Cada caída, cada escándalo, nos invita a mirar más allá del brillo superficial y a preguntarnos qué estamos promoviendo como sociedad, ¿Qué estamos haciendo desde nuestra individualidad? Si el poder de las celebridades es tan grande, ¿por qué no utilizarlo para fomentar la verdad, la responsabilidad, el cuidado mutuo y la integridad? La tragedia de una figura pública nos afecta a todos, porque refleja algo de nosotros mismos: nuestras prioridades, nuestras creencias y nuestra capacidad de generar cambio. Si podemos aprender a valorar la verdad por encima del sensacionalismo, la responsabilidad por encima del lujo y la integridad por encima de la fama, entonces tal vez podamos sanar algunas de las heridas que estas catástrofes exponen.

Por Evelin Peguero
@evelinpolin

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