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7 «sanguijuelas» que chupan su productividad: cómo cortar la hemorragia
Puede que como profesional la creatividad y la brillantez le salgan por los orejas, pero lo cierto es que si no sabe gestionar adecuadamente su tiempo (ese que se escurre entre los dedos) el éxito laboral le será lamentablemente esquivo.
En los entornos laborales hay viles asesinos de la productividad apostados casi en cada esquina y si no sabemos sortearlos apropiadamente, perderemos el valioso tiempo que necesitamos para marcar realmente la diferencia como profesionales y descollar entre la multitud.
«Sanguijuelas» de la productividad hay muchas en el trabajo, pero estas 7 que repasamos a continuación están particularmente sedientas de su tiempo. Para quitárselas de encima preste mucha atención a estos consejos de Inc.:
1. Email y teléfono
Cada vez que el teléfono suena y un correo electrónico asoma a nuestra bandeja de entrada, nuestro ritmo de trabajo se ve ultrajado por culpa de distracciones que no tienen generalmente nada de productivas.
Qué hacer: para minimizar el daño que infligen a nuestra productividad las llamadas telefónicas y los emails debemos reservar periodos de tiempo en nuestra agenda en lo que estemos aislados en la medida de lo posible de eventuales interrupciones.
2. Visitas inesperadas
Cuando alguien se deja caer inesperadamente por nuestro puesto de trabajo, provoca una suerte de circuito en nuestra productividad y corta las alas a nuestra efectividad laboral.
Qué hacer: en este tipo de situaciones lo más recomendable es excusarse amablemente con el recién llegado y deshacerse de él alegando una enorme carga de trabajo (una excusa que no deja de ser una verdad como un templo).
3. Reuniones
Las reuniones, de las que rara vez emana algo verdaderamente productivo, son auténticas «vampiras» de la productividad y por eso hay que hacer todo lo posible para reducirlas en número y minimizar el tiempo volcado en ellas.
Qué hacer: trate de dedicar a las reuniones sólo el tiempo que estas realmente merecen sin alargarlas innecesariamente, márquese objetivos específicos antes de enfrentarse a una reunión de trabajo, y estructure apropiadamente los contenidos que va a discutir con quien se va a reunir.
4. Apagar «fuegos»
La mecha de los «fuegos» prende en los momentos más insospechados en el trabajo y para extinguidos se necesitan varios minutos e incluso horas, minutos y horas que deberíamos dedicar a los proyectos que no conseguimos tachar de nuestra interminable lista de tareas.
Qué hacer: en estos casos es mejor pensar antes de actuar. Debemos respirar hondo, intentar calmarnos y enfrentarnos a las «llamas» de la manera más objetiva posible. Es preciso que nos tomemos el tiempo necesario para dilucidar lo que ha pasado y abordar el problema de la manera apropiada.
5. Procrastinación
La procrastinación es no sólo un ladrón de tiempo, es también un ladrón de vidas. La habilidad de dar carpetazo a las procrastinación y ponernos manos a la obra sin más dilaciones cuando tenemos algo pendiente puede cambiar (a mejor por supuesto) nuestra vida.
Qué hacer: a veces la mejor manera de hincar el diente a esa tarea que tan colosal nos parece es dividirla en pequeños pedacitos. Otra forma de encarar de una vez por todas esas tareas que insistimos en demorar sine diees enfrentarnos a ellas como si fueran bloques de queso a los que vamos haciendo pequeños agujeros en cuya ejecución invertimos sólo breves períodos de tiempo (5 o 10 minutos).
6. Socialización
El 75% del tiempo que invertimos en el trabajo lo dedicamos a interactuar con otras personas. ¿El problema? Que la mitad de ese tiempo se destina a la mera (e improductiva) socialización.
Qué hacer: para evitar que la socialización devore a dentelladas nuestra productividad es conveniente reunirnos con nuestros amigos del trabajo en momentos concretos del día: en las pausas para el café, durante la comida o después del trabajo.
7. Indecisión
Cada vez que posponemos (por enésima vez) una decisión o invertimos en ella demasiado tiempo, nuestra productividad se desangra.
Qué hacer: debemos valorar si la decisión que tenemos sobre la mesa nos corresponde tomarla de verdad a nosotros o si es preferible delegarla o encomendarla a un superior. Si decidimos que la decisión corresponde a otra persona, debemos además tomarnos la molestia de solicitar una respuesta rápida.
Fuente: marketingdirecto.com