Si al comenzar la actual temporada de béisbol profesional otoño-invernal alguna pitonisa, brujo o vidente hubiera pronosticado que Estrellas y Toros disputarían la final, las burlas habrían llenado miles de cuentas de las redes sociales.
Con unas Águilas Cibaeñas ostentosas, enrostrando su corona 21 a los demás conjuntos y anunciando sus pretensiones de revalidar el título; unos Tigres del Licey aferrados a un pasado glorioso que le llevó a erigirse en máximo ganadores de la liga (22 coronas), mientras exhibían su trofeo de subcampeón de la pasada contienda; unos Leones del Escogido siempre duros de matar, con ansias de aumentar sus arcas (16 campeonatos) y unos Gigantes del Cibao que ya habían vivido la experiencia del reinado (2010-2011), presentando un grupo bien balanceado; resultaba casi imposible vaticinar que éstos dos equipos (aunque ambos poseen dos títulos) definirían el lugar donde quedará establecido el trono hasta la próxima contienda.
Después de una gran demostración en las primeras dos fases del torneo, Estrellas y Toros también desafiaron las premisas de algunos expertos en el sentido de que una final en el Este carecería de interés.
Y es aquí que estos dos gladiadores se encuentran en el terreno por segunda vez en la historia de la justa, reeditando la llamada “Serie de la Caña”, pero motivando a la vez un alegre y contagioso ambiente beisbolero, inusual en esta región.