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Algunos aspectos económicos, sociales y políticos del régimen de Mon Cáceres
Pedro Carreras Aguilera
Para finales de 1907 el Presidente Cáceres había logrado apaciguar al país. En términos
generales, su mandato venía realizando una obra de gobierno que tenía como norte la
institucionalidad y el progreso. Durante su ejecutoria se construyeron algunas obras viales,
como caminos y carreteras. La agricultura mostró alguna mejoría, por ejemplo, en 1906, se
exportaron 14,965,799 libras de tabaco, 2,916 727 de café, 123,401,271 de azúcar y 32,022,460
de cacao. En el siguiente año, se observó una lenta mejoría con relación al año anterior, pues
las exportaciones estuvieron por el orden de: 123,796,870 de azúcar, y 3,363,247 de café.
Aunque hubo una caída en el caso del cacao, ya que sólo se exportaron 21, 925,641. Para 1908,
el país exportó 4,072,750 libras de café, 41,855,721 de cacao y 19,615,354 de tabaco. En tanto
que para 1909, se registraron los siguientes valores, 170,368,482 de azúcar, 24,465,354 de
tabaco, 32,960,061 de cacao y 1,588,993 de café. Como se puede ver, se manifestó una
disminución en los rublos de café y cacao, que son atribuidos a los efectos del temporal de San
Severo que arruinó los cafetales y cacaotales del Cibao.
Para 1910, el régimen cacerista había logrado cierta estabilidad, el monterismo parecía algo ya
superado y por ende la agricultura aportaba sus mejores aportaciones al fisco. En ese sentido se
lograron buenos resultados. Se exportaron 209,341,470 libras de azúcar, 36960,061 de cacao,
4,068,387 de café, 20,611,343 de tabaco, 129,210 de miel, 597,744 de cera,137,768 de
algodón, 135,424de maíz y 650,424 unidades coco. En lo que respecta a 1911, las exportaciones
fueron como sigue: 30,451,915 de tabaco, 193,565,300 de azúcar y 43,359,607 de cacao.
El final del año 1911 y todo el 1912 fueron mese de constantes revueltas, esencialmente en el
Cibao y eso tradujo en término agrícola en una disminución en varios rubros, especialmente en
el tabaco, pues en ese año sólo se exportó 12,691,049 libras.
El aparato educativo mostró signo de mejoría, ya que evolucionó de manera siguiente: para el
1908 el país contaba con 15,901 estudiantes y 440 aulas; un año más tarde, se contabilizaban
16920 educandos y 481 aulas; en 1910, la situación educativa contaba con 526 escuelas y una
matrícula escolar de 18, 812 estudiantes y para 1911, el aparato educativo había evolucionado
en 20,453 educandos y 590 aulas. En lo que tiene ver con el orden, se creó la Guardia Nacional
Republicana, que el pueblo bautizó como guardia de Mon.
En 1907 un batallón de la guardia de Mon, se hizo presente en los principales pueblos del
Cibao, marcharon por calles y avenidas, causando asombros, elogios y hasta cierta dosis de
intimidación. En cada pueblo visitado invitaban a los jóvenes aspirantes a ingresar en dicho
ejército a llenar el formulario de ingreso para su reclutamiento en la Capital. Pero en el fondo
Cáceres estaba enviando un mensaje subliminal a esos caudillos regionales de que él era capaz
de poner el orden a cualquier precio, tal como sucedió en la Línea Noroeste, donde actuó como
un dictador, porque si es cierto que apaciguó al Noroeste, el método usado rozó con la
barbarie. De manera que el gobierno de Ramón Cáceres mostró signos positivos, aunque dicta
mucho del mandato idealizado que nos presenta don Pedro Troncoso Sánchez.
Durante la administración de Cáceres ocurrieron cuatro acontecimientos, uno a nivel nacional y
tres en el Cibao que ameritan no pasarlos de soslayo. El 7 de mayo de 1907 cayó una granizada
afectando principalmente a San Francisco, La Vega y Salcedo, Cotuí y lo que hoy es María
Trinidad Sánchez, nunca registrado en el país a tal magnitud, afectando considerablemente la
agricultura y la ganadería. “Oí a gente de edad avanzada decir que cayeron granizos de dos y
tres libras…Pascasio Toribio y Fernando de Moya enviaron cajas recubriendo el granizo con
aserrín ” a amigos de la región, especialmente a Sánchez y Samaná.
Para principio de 1908, se rumoraba que el Presidente Ramón Cáceres, se reelegiría para un
nuevo período presidencial y esta vez no por cuatro años, sino por seis, tal como rezaba la
nueva Constitución. Cirilo de los Santos, que se creía sustituto de Cáceres, se buscó la compañía
de Luis Tejera y ambos comenzaron a obrar para impedir tal propósito, para lo cual iniciaron un
serie de reuniones deliberativas. Para despistar a las autoridades se tomó como pretexto el
bautismo de un hijo del general Cirilo de los Santos. El sacramento se debía celebrar en la
comunidad de Higüerito, Cotuí. Se organizó el acto con especial fastuosidad y se dispuso que
tuviera varios días de duración. Se mataron varios novillos y puercos. Entre los invitados
estaban los generales Nicolás Pereyra Jiménez, Salvador Paredes, Ramón de Lara, Juan Antonio
de Luna, Emilio Sanita, los señores Francisco Espaillat, José de la Mota, José González; José
María Ramos, Candelario Guerrero, Anastacio de los Santos, Tancredo Saviñón, entre otros.
En las conversaciones que allí se hablaron estuvieron bien presentes los planes para accionar un
cambio político en el país. La opinión de la mayoría de los hombres de armas allí presente se
concluyeron que el camino era la insurrección. Era un frío febrero, la fiesta se hallaba en todo
su apogeo. Sólo se esperaba la llegada del cura de La Vega para que realizara el bautismo.
Mientras tanto se bebía, se comía y se planeaba la subversión. A las doces del día llegó el
presbítero y cuando se disponía al bautismo, un cañón llevado a la función por amigos del
general de los Santos, que debía ser disparado en el mismo momento en que el sacerdote
realizara el rito religioso. Se llevaron también vistosos fuegos artificiales para dar colorido al
acto.
Al colocar el agua en la frente del infante fue detonado el cohete, el mismo se elevó en el
espacio con tan mala fortuna que descendió sobre un saco de pólvora produciendo un incendio
voraz. Cirilo de los Santos resultó con el rostro desfigurado y los ojos explotados. El niño
desapareció totalmente. La tragedia estremeció a todo el Cibao. El propio Guayubín cuando se
supo un guiñapo sin rostro y sin ojos no permitió que lo curaran ni comió y murió de inanición.
El 6 de noviembre de 1909, comenzó en todo el Cibao el temporal de San Severo. Fueron varios
días de constantes lluvias, sin tregua, los ríos se desbordaron y los lugares bajos se colmaron se
agua. Los Ríos Yuna, Camú y Yaque del Norte hicieron enormes crecidas. Comunidades como
Ojo de Agua, Conuco, Las Guáranas, La Jagua de San Rafael y Guayubín fueron totalmente
inundadas. Se cuenta que algunas familias construían barcazas de tronco de javilla para navegar
en el agua y así noticiarse de las demás familiares y vecinos que quedaron totalmente
incomunicados. Todo terreno de topografía regular quedó sepultado, anegado, porque la
gente le llamó a dicho fenómeno la aniega.
Aunque el historiador Manuel Ubaldo Gómez, habla de nueve días de intensas lluvias, lo real
fue que en algunos pueblos se prologó por veintiún días, lloviendo diario. Las pérdidas fueron
cuantiosas; los ríos arrastraron vacas, puercos, chivos, caballos y mulos; sepultaron conucos y
remolcaron otros. Numerosas viviendas fueron destruidas. En lo que respecta a las pérdidas
humanas, aunque no se dispone de datos reales, hay coincidencias en que fueron muchas.
El cuarto fenómeno se sintió a nivel nacional y se trató del paso del cometa Halley en mayo de
1910. El anuncio de que pasaría un cometa con la cola encendida con alta posibilidad de
colisionar con el planeta tierra, se interpretó como una señal apocalíptica de que la tierra
llegaría a su fin. En la mayoría de los hogares dominicanos la noche anterior no se durmió, se
pasaron esas horas rezando en familia y brindando café y pidiendo al Todopoderoso piedad. No
obstante, todo volvió a la normalidad cuando el temido cometa se hizo evidente y la población siguió con vida.
Juan Antonio Alix rememoró el temible fenómeno con las siguientes espinelas:
Señores, se fue el cometa,/ diciendo que se marchaba/ de este maldito planeta;/ armado de
bayonetas/ de fusiles y cañones,/ y guerra de embarcaciones/ con torpedos inauditos,/ y
ejércitos infinitos/ de pícaros y ladrones.
Y la cola del cometa, /no quiso tocar la tierra, / habladora y alcahueta, / que cundió todo el
planeta, / que era un foco de infecciones/ de gases y pudriciones; / cuando este mundo
malvado/ de viejos está infestado/ de pícaros y ladrones.
De espanto el cometa lleno, /se marchó/ echando peste, /que mundo no hay como este/ más
amigo de lo ajeno, / que no hay empleado bueno, /en todas estas regiones, /porque todos son
tragones, / y aunque fingen ser honrados/ casi todos son bandados/ de pícaros y ladrones.
También refiere el cometa, /pero con dolor profundo, /que no parece otro mundo/ más amigo
de una teta; / que se cambia la chaquete/ y arma revoluciones/ cuando no le dan raciones/
para poner la marmita/ en esta tierra maldita, de pícaros y ladrones.
Lo que mayor novedad/ causó al comete Halley, /es el título de rey/ como a Dios, Su Majestad/
y al Papa, Sun Santidad/ cuando todos son varones/ con tamaño espolones; / y en Santo
Domingo no hay ninguno/ en este mundo importuno/ de pícaros y ladrones.
Y el cometa se lamenta/ de la iglesia cristiana/ mucha gente con sotana/ la tiene hoy de su
cuenta; /vive el Papa de su renta/ que le producen millones, / y los frailes regordones/
cogiendo mangos bajitos/ en conventos infinitos/ de pícaros y ladrones.
La tarde del 19 de noviembre de 1911, Luis Tejera y un grupo de parciales, dieron muerte al
Presidente Cáceres. Las cosas no salieron conforme a lo planeado, ya que tan sólo se buscaba
detenerlo y obligarlo a renunciar, pero resultó muerto y Luis Tejera herido de gravedad, quien
fue apresado y exterminado a machetazos. De esa muerte horrenda, su padre, el historiador
don Emiliano Tejera opinó: “Bien muerto, pero mal matado”.