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El bien común de la humanidad, un desafío de todos
Bladimir Ramos
¿A cuáles reivindicaciones sociales podemos llegar a través de un ideal enfocado en el bien común? ¿Cuáles aspectos de la sociedad engloba el bien común? ¿Es posible educar hoy en día, en valores como la solidaridad, la responsabilidad, la dignidad y el compromiso colectivo?
Son estas las interrogantes que nos surgen al momento de abordar el tema de los bienes comunes de la humanidad, porque tratar el tema de los bienes comunes es remontarse, en lo que nos concierne a todos como seres humanos que somos.
Por esa razón, el principal bien común que nos atañe es el medio ambiente; todos sabemos que vivimos en un mundo que debido a las grandes industrias y sus avances tecnológicos constantemente está siendo contaminado. Esto, como ha de saberse, ha traído consigo inmensidades de enfermedades, virus, baterías y epidemias, y en grado mayor el agotamiento del recurso más deseable; el agua potable, así como también, la destrucción de grandes árboles fructíferos, con la finalidad de ampliar la demografía de una determinada sociedad. Todo esto, nos ha tornado a reflexionar, y nos ha obligado a interesarnos por el bien estar de nuestro medio ambiente.
Cuando mencioné, en primer lugar, al medio ambiente, es porque en dicho bien común, está contenido todo lo demás, sin embargo, hablar de bien común, también es hablar del tema de un buen reajuste salarial, es hablar, dialogar y discutir el tema del aborto, de la legalización de la droga, el tema del homosexualismo, la corrupción, las reformas fiscales, los diseños curriculares educativos y otros.
Todos estos son temas propios del bien común, porque lo queramos entender o no, somos parte de nuestras realidades ciudadanas, que nos involucremos o dejemos de hacerlo, es otra cosa.
¿Qué fenómeno está impidiendo que la humanidad se sensibilice y se involucre tan poco en los componentes propios del bien común de la humanidad? ¿Acaso habrá un plan para que los seres humanos no trabajen los procesos conscientes y sean capaces de discernir qué es lo que más le conviene? Todo apunta a que sí.
Schumpeter, J. A opina al respecto que: cuanto más débil sea el elemento lógico en la formación de la opinión pública, y más completa la falta de crítica racional de la influencia racionalizadora de la experiencia – y la responsabilidad personal, mayores son las oportunidades para los grupos que persigan fines interesados. Estos grupos pueden estar integrados por políticos profesionales, o por defensores de un interés económico, o por idealistas de una u otra especie, o por personas interesadas simplemente en poner en escena y dirigir las representaciones políticas.
La sociología de tales grupos es irrelevante para el presente argumento. El único punto que interesa aquí es que, siendo como es la naturaleza humana en la política, son capaces de configurar la voluntad del pueblo e incluso de crearla dentro de unos límites muy amplios.
La voluntad que observamos al analizar los procesos políticos no es ni con mucho una voluntad auténtica, sino una voluntad fabricada. Y con frecuencia este artefacto es lo único que corresponde a la volonté générale de la teoría clásica. En tanto que esto es así la voluntad del pueblo es el producto y no la fuerza propulsora del proceso político. Los procedimientos para fabricar los problemas que apasionan a la opinión y a la voluntad popular acerca de estos problemas son similares exactamente a los que se emplean en la propaganda comercial.
La voluntad del pueblo es fabricada a través de propagandas y necesidades ficticias que el político, valiéndose de estrategias psicológicas; diseña con la intención de manipular las masas, y obtener de esa manera, su propósito: mantener la verdadera voluntad del ciudadano silenciada. Así, le va creando a cada sector de la sociedad civil, sus supuestas necesidades; necesidades, que son diseñadas con la intención de mantener el prototipo de sociedad que a los funcionarios públicos y grandes empresarios les interesa tener. Una vez obtenido el objetivo de persuadir a la sociedad, mediante sus voluntades fabricadas, entonces proceden a satisfacer las necesidades de los diferentes grupos del sentido común, así, van construyendo el ideal de ciudadano que a ellos le interesa formar y tener, y además fabrican su propio imperio y una dictadura a plazos; sutilmente manejada.
Es cierto, cada individuo tiene su manera de pensar, de sentir, de actuar y reclamar, pero dichos reclamos y manera de sentir, en su gran mayoría, están viseados por los diseños curriculares educativos, por las propagandas televisivas, y por los prototipos de superación que el Sistema nos presenta a través de los medios de comunicación masivos.
De esa manera, podemos entender, por qué nuestra generación y la que viene, si nos mantenemos indiferentes y no trabajamos los procesos conscientes y defendemos la voluntad libre de cada sujeto, tendremos un mundo, cada vez más, en vía de desaparición; eso porque contamos, en nuestra Latinoamérica, con unos representantes del Estado, que no les interesa la formación de sus habitantes, y todo esto, debido a la cultura del particularismo y la fobia hacia el colectivismo.
¿Qué camino nos queda por recoger? El de la concienciación de un medio ambiente sano.
Como dice Javier Gonzaga: “El derecho al ambiente sano como la base material sobre la cual se pueden desarrollar y hacer efectivos los otros derechos, pudiéndose afirmar que este es un derecho medio, en el sentido que es la vía o permite que los demás derechos puedan darse o protegerse.”
Dice Javier Gonzaga citando a Bellver: Se trata de desarrollar una conciencia ecológica y con ello, formar un individuo de derechos, un individuo capaz de involucrarse en el bien común de su pueblo, nación, región o planeta. La dogmática de los derechos colectivos y ambientales propone una nueva forma de construir sociedad y país, a partir de la prevalencia de lo público, lo colectivo, lo que es de todos; de ahí que el valor solidario sea el eje sobre el cual se reivindican y defienden estos derechos, superando el individualismo propietario del liberalismo de la modernidad.
Es por ello que surge la propuesta del Estado ambiental como «Una organización estatal fundada en valores que incluyen la dignidad universal de los seres humanos, dignidad que incluye el reconocimiento y respecto a la naturaleza, e incorpora entre sus valores superiores el de la solidaridad, es el marco jurídico-político adecuado para que los valores de libertad e igualdad puedan alcanzarse. (Bellver, 1994)
Apelar a la defensa de los derechos ambientales, fomenta la cultura del sentir colectivo, porque a todo individuo debe dolerle la condición de su hábitat ambiental. No se trata de eliminar el conflicto que proviene de los distintos grupos de interés, más bien, se trata de encontrar un espacio idóneo que sirva de soporte para el diálogo, y que cada grupo de interés, que genera el conflicto, se exprese y se pueda llegar al consenso.
De esa manera, entenderemos que “nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.” (Santo padre Francisco).