NACIONALES
¡QUÉ DESEOS TENGO . . . ! Y OJALÁ NO SEAN PALABRAS ECHADAS AL VIENTO
Por profesor José Kío Cruz
(Esta cuarteta de versos libres con dedicatoria especial a mi distinguida amiga y exalumna MILLIE GARCÍA)
Qué deseos tengo de ver a una niñez blanca, sonriente e inocente, ver a los niños jugar con sus carritos de palo, ver a las niñas vestir a sus muñecas de sueños.
Qué deseos tengo de sentir el gozo de los niños, mojándose bajo la lluvia, en los charcos, luego del retorno a casa después de la jornada escolar de los viernes.
Qué deseos tengo de retornar a esos tiempos soñadores, sin maldad, sin malicia, sin enojos, cuando los niños unían sus manitas para rezar, para soñar, para vivir.
Qué deseos tengo de ver a los niños el primer día de clases, asustadizos, pero alegres, pues, iban con sus padres al encuentro de nuevos compañeritos.
Qué deseos tengo de ver a los niños, antes de la entrada a clases, apiñados en el frente de la escuela, ansiosos, esperando el sonido del toque de la campana de entrada.
Qué deseos tengo de ver a los niños cómo se ordenaban a la voz de mando del maestro para, en actitud de reverente inocencia, formar para enhestar la bandera.
Qué deseos tengo de ver a los niños sentados observando, estudiando y aprendiendo de cada palabra, de cada gesto, de cada movimiento del maestro.
Qué deseos tengo de ver a los niños, con sus caritas felices, al ver entrar al aula al profesor de educación física, al cual consideraban su Dios, su ángel guardián.
Qué deseos tengo de ver a los niños en recreo, correteando, buscando nuevos amiguitos, para jugar el nuevo juego aprendido del profesor de educación física.
Qué deseos tengo de ver a los niños cuando en el aula se ponían de pies, en señal de respeto, al entrar un maestro, una autoridad o la madre o padre de uno de ellos.
Qué deseos tengo de ver a los niños, a la hora de salida, preparando sus mochilitas, ordenando sus útiles, despidiéndose del maestro para el retorno a casita.
Qué deseos tengo de ver a los niños, haciendo sus filitas, con sus manitas detrás, contentos, felices y satisfechos por otro día de clases y haber hecho otros amiguitos.
. . . pero qué nostalgia y desazón, a la vez, producen esos recuerdos, pues, un monstruo despiadado nos arrebató con saña esos dulces e irretornables momentos.