DEPORTES
Cuando un amigo se va
Por Tony Piña
CUANDO UN AMIGO SE VA
Tony Pina
El mundo era distinto cuando mi madre impartía docencia en los bateyes de Sabana Grande de Boyá, aquel pueblo otrora pujante donde vivió aquel muchacho orgullo nacional llamado Fidel Mejía, en ese entonces miembro prominente de la selección nacional de béisbol y estudiante meritorio de la carrera de Medicina de la UASD.
Doña Lala, su mamá, y Miriam, su hermana, cómo no recordarlas si fueron testigos de mi adolescencia en aquel pueblo que hoy asemeja un Macondo, hoy sin caña, sin el ferrocarril que la transportaba a Haina y sin aquellos peloteros Doble A, orgullo de todos quienes habitamos a Sabana Grande de Boyá.
Fidel, alto y delgado, siempre iba cada vez que tenía oportunidad a Sabana Grande de Boyá a ver a su mamá y a compartir con toda la población.
Eran los tiempos de Piñao Ortiz y Diego Hurtado Brugal, los tiempos en que la pelota nos hacía vibrar de emoción.
Y Fidel se hizo grande entre los grandes, se hizo médico y un orgullo y ejemplo de superación nacional.
¡Cuánto siento tu partida, Fidel! Aún conservo en mis recuerdos aquella pelota Wilson que me regalaste, la primera pelota de béisbol profesional que fue mía.
Ayer jueves, cuando supe de tu partida a través de los periódicos, no me atreví ir al cementerio porque no quise ver a tu madre Lala ni a Miriam tu hermana, y es que el dolor que siento no me deja ni permite creer que te marchaste y nos dejaste, Fidel.
Hoy, cuando solo me queda aceptar la triste realidad, sólo me falta decirte: que fuiste ejemplo de bien y de superación, Fidel Mejía.
Descansa en paz, amigo.