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La peligrosa frontera entre el discurso del odio y las opiniones controvertidas en redes sociales
Unilever se ha sumado a las compañías que quieren acabar con el discurso del odio en las redes sociales, amenazando con retirar sus anuncios de plataformas online como Facebook, Google y Twitter si las mismas no abordan el problema del contenido “tóxico”. Keith Weed, CMO de Unilever, ha anunciado en la conferencia anual de Interactive Advertising Bureau (IAB), en California, que estaban descartando aquellas plataformas que “no hacen una contribución positiva a la sociedad”.
Pero, como expresa Richard J. Hilgrove VI en TheDrum.com, es difícil saber qué es contribuir positivamente con la sociedad, y, sobre todo, quién se encarga de discernir lo negativo de lo positivo. El peligro está en las difusas líneas que separan el discurso del odio de las opiniones. Para Hilgrove, el principal dilema está entre acabar con los extremismos o permitir que sea el propio mercado quien se auto regule y equilibrio, para defender la libertad de expresión.
La ley ya pena el discurso del odio, pero la censura online, en opinión de Hilgrove, tiene como objetivo filtrar los extremismos antes de que tengan la oportunidad de ser juzgados por la opinión pública, lo cual huele a censura política.
Hilgrove ejemplifica el caso de Ann Widdecombe, ex política británica de opiniones conservadoras respecto al matrimonio gay y los derechos de los homosexuales. A pesar de ello, fue alabada por su honestidad y respetada por tener una opinión propia, consiguiendo quedar en segundo lugar en el Celebrity Big Brother. “Personas como Ann Widdecombes se enfrentan a convertirse en una especie en peligro de extinción en cada vez más homogéneo, desprovisto de una amplia gama de puntos de vista”, señala Hilgrove, que opina que se está apostando por el tono monótono.
Irónicamente, el contenido online depende al 100% de las emociones fuertes. Un estudio de New York Times Business School descubrió que las historias tenían más probabilidades de volverse virales si activaban una emoción negativa, como ira o ansiedad, o positiva, como asombro o interés. Se trata de crear contrastes agudos y dramáticos. Pero, ¿en qué momento el contenido será considerado como “demasiado exagerado” por los vigilantes de las redes sociales? “Podríamos estar a punto de vivir en un mundo peligrosamente soso”.
Según Oliver Luckett, autor junto a Michael J. Casey del libro The Social Organism, “la censura limita en última instancia el crecimiento del organismo social”. “Las redes sociales facilitan un movimiento hacia la inclusión, precisamente porque nos obligan a ofrecer un testimonio del conflicto”. Es decir, nuestro sistema inmune social se ve reforzado por la exposición a la comunicación antisocial, igual que ocurre con el sistema inmunológico del cuerpo. “Para erradicar el odio, necesitamos fomentar constructivamente la empatía y la inclusión, no censurar”, señala Luckett, que considera que lo que realmente funciona es la resonancia óptima, positiva y emocional.
El columnista del Daily Mail, Richard Littlejohn, después del anuncio de que el atleta olímpico Tom Daley y su pareja Dustin Lance Black iban a tener un hijo mediante maternidad subrogada, expresó: “Por favor, no finjamos que tener dos padres es la nueva normalidad”. En respuesta, Centreparcs inmediatamente tuiteó que iban a dejar de anunciarse en el Daily Mail. Del mismo modo, Stop Funding Hate hizo un llamamiento a varias marcas que se publicitaban en el medio, obteniendo varias respuestas que afirmaron investigar la situación.
“El tema crítico aquí es el ruido ensordecedor de la manada que predica la condena moral. Mientras la cola mueve al perro, las marcas se sienten impotentes para enfrentarse a los consumidores militantes. Es complicado encontrar el equilibrio, escuchar puntos de vista disidentes, sobre el estruendo de los sabuesos. Eso solo puede ir en nuestro detrimento”, concluye Hilgrove.
Fuente: marketingdirecto.com