NACIONALES
La masacre del perejil: La matanza de haitianos en 1937… ¿Cuántos murieron en realidad?
En una irrefutable muestra de su sanguinario proceder, el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina ordenó la matanza de miles de ciudadanos haitianos que residían de forma irregular en territorio nacional en 1937.
“El genocidio de 1937 no fue ni la obra de un loco ni la de un sátrapa empedernido en la abyección y en el crimen. Fue sencillamente el acto de un hombre, o de un ególatra si se quiere, que no solo obedece a la brutalidad de sus instintos, sino también a una concepción bárbara de su destino como patriota y como gobernante”, describió Joaquín Balaguer en “Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo”.
Casi un siglo antes de la matanza, los haitianos habían ido ingresando a República Dominicana, adueñándose de terrenos agrícolas abandonados por los dominicanos durante el periodo de la historia conocido como la Primera República (1844-1862).
Según cuenta el historiador Frank Moya Pons en su libro “Manual de Historia Dominicana”, por más intentos de acuerdos que realizaron para ese entonces nunca fue posible aclarar los límites fronterizos entre ambas naciones.
Este acuerdo solo pudo alcanzarse en 1929 con la firma de un Tratado sobre la Fijación de Límites, durante el gobierno de Horacio Vásquez.
“A pesar de los nuevos límites fronterizos, fijados en 1929, habían zonas del país en donde la población no pertenecía a la República y era ajena a las disposiciones y leyes del Gobierno Dominicano”, explicó Moya Pons.
LA ORDEN FATAL
El historiador relata que en los primeros días de octubre de 1937, Trujillo viajó a Dajabón y allí pronunció un discurso señalando que esa ocupación de haitianos en tierras fronterizas “no debía continuar” ordenando la exterminación de todos los haitianos que hubiera en el país.
El doctor Joaquín Balaguer se explaya al describir este momento en su obra.
Explicó que el dictador se hallaba en la referida provincia encabezando un acto cuando fue interrumpido por un alto oficial del Ejército, quien se le acercó para informarle que “una banda de merodeadores haitianos había penetrado en el territorio nacional, hurtando un gran número de reses y depredando, como de costumbre, varias fincas de la región fronteriza”.
De acuerdo con Balaguer, la denuncia irritó hasta tal punto a Trujillo que este ordenó al militar lo siguiente: “Curse instrucciones para que se proceda desde esta misma noche a exterminar sin contemplaciones a toda persona de nacionalidad haitiana que se halle ilegalmente en territorio dominicano”.
Horas después de emitir la orden, se inició una terrible cacería que no discriminó tan siquiera entre ancianos y mujeres.
¿Cuántas víctimas cobró la matanza de 1937 ordenada por Trujillo? Según el historiador Frank Moya Pons, el tirano hizo perseguir y asesinar a unos 18,000 haitianos en todas partes del país, pudiendo salvarse únicamente aquellos que lograron cruzar la frontera o los que fueron protegidos en los ingenios azucareros que “no querían perder su mano de obra”. Sin embargo, Balaguer expuso en sus memorias que fueron 17,000 los haitianos que murieron en el genocidio, entre ellos ancianos y mujeres, que “huían con sus criaturas en brazos, tratando inútilmente de ponerse a salvo en su país nativo”. Incluso dominicanos de piel oscura se contabilizaron dentro de las víctimas. En esa época el país estaba dividido militarmente entre el Departamento Norte y el Departamento Sur. La matanza se limitó geográficamente al Departamento Norte que abarcó Bonao, La Vega, Puerto Plata, Samaná, la zona fronteriza hasta Restauración y toda la línea noroeste.
“Esa obra de exterminio se cumplió fríamente, prolongándose durante varios días ante los ojos atónitos e impotentes de la nación consternada”, manifestó el fenecido líder político.
Los cuerpos de las víctimas fueron arrojados a ríos, en especial al río que separa a ambos países y que, a propósito del genocidio y otras disputas históricas es conocido como el río Masacre, al mar y, en menor medida, a fosas comunes.
La versión de que el número de fallecidos en el genocidio ascendía a 17,000 fue corroborada por Luisa de Peña, directora del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, quien, aunque destacó durante una entrevista concedida a la agencia EFE en octubre de 2022, que resulta “imposible determinar un número exacto de víctimas”, las investigaciones coinciden mayormente en esta cifra.
La cantidad de muertos que se ha mencionado a lo largo de los años es muy dispar dependiendo de las fuentes, pero suele oscilar entre los 5,000 y 35,000 haitianos masacrados.
En su libro “Trujillo y Haití”, el historiador Bernardo Vega hace referencia a que, a lo largo del tiempo, ha existido una imprecisión en el número de víctimas de “la matanza de perejil”.
No obstante, sustenta su propio análisis con relación a la cifra en los censos de población llevados a cabo antes y después del evento así como los reportes de los oficiales norteamericanos que se encontraban en esa fecha en los puestos de aduanas en la frontera dominico-haitiana.
El último censo poblacional antes de la matanza, realizado en 1936 indicaba, según Vega, que el número de haitianos residentes en el país ascendía a 8,492. “Esto nos permite llegar a la conclusión de que los muertos fluctuaron entre 4,000 y 6,000”, dictó en su obra.
Por su parte, el escritor Juan Daniel Balcácer, presidente de la Academia Dominicana de Historia, manifestó a periodistas de Listín Diario que “nunca se ha podido establecer el número exacto de muertos, pues no se dispone de estadísticas fiables de ninguna de las partes”.
“Lo que sí ha habido, y existen, son apreciaciones tanto de autoridades dominicanas como haitianas, al igual que opiniones de diversos periodistas e historiadores”, agregó.
Explicó que, basándose en fuentes haitianas, en 1946, el periodista Albert Hicks estimó que en Monte Cristi y Santiago murieron algunos 5,000; en Dajabón 3,000, y consignó que el total de muertos oscilaba entre 12,000 y 25,000 personas.
“La generalidad de los historiadores dominicanos es de opinión que las víctimas fueron entre 5,000 a 18,000”, dijo. El planteamiento de Balcácer fue realizado tomando en cuenta que la población dominicana para la época no debía exceder el millón y medio de habitantes.
LO QUE DIJO EL RÉGIMEN
La dictadura intentó ocultar la masacre restándole relevancia y definiendo el atroz suceso ante República Dominicana y el mundo como “un incidente aislado entre campesinos y haitianos”.
Pese a esa pantalla, los medios internacionales empezaron a dar la noticia de que Trujillo había ordenado aniquilar sin piedad a miles de haitianos, por lo que la legación dominicana en Washington DC emitió un comunicado de prensa procurando “cuidar la imagen” del régimen, lo que no los salvó de las sanciones y del repudio en el exterior.
El 29 de octubre de 1937, Listín Diario publicó una carta escrita por Trujillo el 21 de octubre de ese año dirigida al embajador dominicano en Puerto Príncipe para la fecha, Enrique Jiménez. En la misiva, el dictador restó importancia al “incidente” y aseguró que su gobierno condenaría a los responsables de la masacre.
“Tengo fe en que esa situación quedará tan clara que se podrá establecer la responsabilidad de los culpables”, decía la carta firmada por el tirano.
También dijo que veía con “verdadera pena el empeño que están poniendo en juego ciertos elementos enemigos de ambos gobiernos, con el fin de crear la división y el odio entre los dos pueblos”, refiriéndose a los que denunciaban el atroz genocidio.
En la carta, Trujillo aprovechó para pedir a su funcionario que le haga saber al presidente haitiano Sténeo Vincent que “incidente ocurrido en la frontera norte no es ni podrá ser un motivo de quebranto” de las relaciones entre ambos países.
“Por mi parte, ningún acontecimiento ni ninguna circunstancia por aparentemente adversas que se prevean, harán variar mi leal amistad para con él (Vincent) su gobierno y el pueblo haitiano”, aseveró Trujillo.
“PEREJIL”
La mala articulación de la palabra “perejil” se convirtió en la condena de muerte de miles de haitianos.
Se trata de uno de los rasgos más atroces de la matanza pues esa dificultad para pronunciar el vocablo fue utilizada por los verdugos del régimen para diferenciarlos de los dominicanos de piel más oscura.
Este hecho que marcó para siempre las relaciones entre República Dominicana y Haití ha sido contado a través del cine por el director dominicano José María Cabral en su película “Perejil”, estrenada a finales de 2022.
¿POR QUÉ TRUJILLO ORDENÓ EL GENOCIDIO?
Muchos aún se preguntan a qué obedeció la orden que arrebató en cuestión de días las vidas de estos extranjeros. Sin embargo, historiadores como Juan Isidro Jimenes Grullón, atribuyen el genocidio a dos facetas del perfil psicológico de Trujillo: su crueldad y su delirio de grandeza.
“La primera explica el carácter abominable, inconcebible, de la orden… La segunda aclara el propósito, al responder a la pregunta que nadie debió haberse formulado: ¿para qué aquella matanza? Pues para brindarle a Haití un motivo de hostilización al pueblo dominicano, a la cual el disciplinado Ejército de Trujillo estaba listo para responder avasalladoramente”, dictó en el libro “La República Dominicana: Análisis de su pasado y su presente”.
Mientras que Bernardo Vega plantea en “Trujillo y Haití” que es difícil saber los motivos del tirano, pero es obvio que no se trató de “una decisión del momento”.
Indica en el escrito que antes de la masacre, Trujillo había tratado de que los ingenios azucareros usaran menos mano de obra haitiana y consultó expertos en Derecho Internacional por el tema de la migración ilegal, también era consciente de que oficiales militares bajo su mando se dedicaban al tráfico ilegal de haitianos desde la frontera.
Pero cree que lo que más influyó sobre el dictador fue su deseo de “blanquear” al pueblo dominicano reduciendo la presencia de haitianos y trayendo inmigrantes blancos desde Europa.
REPERCUSIONES
La matanza de los haitianos fue un escándalo para toda América Latina y para Estados Unidos, quienes repudiaron el acto de manera unánime.
Pero Haití no respondió militarmente para “vengar” o defender a sus compatriotas.
El Estado dominicano tuvo que indemnizar al Gobierno haitiano, presidido en aquel entonces por Stenio Vincent en compensación de 750,000 dólares por “los daños y perjuicios ocasionados por lo que oficialmente se llamó conflictos fronterizos”.
En otras palabras, Trujillo pagó aproximadamente 40 dólares por cada haitiano muerto en el genocidio. Si bien, todo el mundo sabía que se trataba de un genocidio, los defensores del régimen trujillista lanzaron casi de inmediato una campaña de propaganda en favor del sátrapa, haciéndolo parecer como “un defensor de la nacionalidad”.